martes, 2 de febrero de 2010

transtornos alimentarios


“Luz al fin del túnel”
Me llamo Diana Santos, tengo 23 años y sufrí de obesidad. Todo empezó en 1998 cuando mi padre murió en un accidente de coche. Yo era muy apegada a él. Mi madre nos desamparó cuando yo era muy pequeña. Viví con mi padre y mis abuelos toda mi vida. Mis abuelos nunca me dijeron como mi padre murió. Yo sufrí mucho, pasaba muchas horas en mi dormitorio con todas las ventanas cerradas y la luz apagada. Lo único cosa que me consolaba era la comida. Yo y mi padre pasábamos horas y horas cocinando. Nos divertíamos mucho. Yo solo quería recordar los momentos en que yo era feliz.
Cuando volví a la escuela todos los chicos se reían de mí puesto que yo era gorda. Yo pasaba por el pasillo con la cabeza baja porque sabía que las personas lo comentaban. Mi autoestima era muy baja, casi no tenía ninguna. Cuando llegaba a casa yo corría para mi dormitorio, cerraba las ventanas, la puerta y apagaba las luces y comía toda la comida que tenía escondido dentro de un armario. Por la mañana todo se repetía de nuevo. Yo no tenía amigos porque a todos les daba vergüenza salir conmigo.
Como a cualquier joven de mi edad (17 años), los chicos me comenzaban a interesar, pero yo sabía que ninguno se interesaría por mí, una chica introvertida y gorda.
Un día las cosas empeoraran mucho. Yo estaba andando para el instituto cuando un grupo de chicos, también de mi escuela, comenzaron a agredirme y llamarme gorda. Fue un día que jamás olvidaré, porque, a pesar de haber sido el peor día de mi vida, fue cuando conocí a Enrique, el más simpático y más guapo chico de mi escuela. Él me salvó de los demás, como un príncipe salva a su princesa de los monstruos. Me enamoré en la misma hora.
Enrique era muy popular. Tenía muchas novias y yo no sería una de ellas. Estaba tan enamorada que decidí que a partir de aquél día me volvería una nueva Diana. Yo y Enrique quedamos juntos casi todos los días, pero a sus amigos no les gustaba nada. De un día para otro Enrique no tenía nadie, solo a mí.
No fue fácil para mí aceptar que sufría de una enfermedad – obesidad – y adelgazar. Sin embargo lo logré con la ayuda de Enrique y ahora estoy feliz porque descubrí que los gorditos (como yo) también pueden ser felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario